lunes, 17 de octubre de 2011

Días en los que me gustaría creer en Dios



No recuerdo muy bien cuando fue la primera vez que escuché a Queen. Supongo que sería una mañana de sábado, cuando mi hermana se levanataba y limpiabamos la casa para poder ver Sensación de Vivir, y ver a Kelly Taylor...siempre la amé, lo confieso! Queen, siempre me ha encantado, pero es cierto que, a raiz de The Show Must Go On, empezé a flipar con ellos. A lo largo de mi vida, creo que esa canción me ha identificado perfectamente, en los malos momentos sobre todo. Sus estrofas se repiten una y otra vez en mi cabeza desde hace una semana como si de un ritual se tratara. Cada vez que flaqueo, cada vez que siento como la sangre me quema las venas, como mi pulso se acelera, como mi corazón quiere volvar lejos, mi cabeza las repite:






" Inside my heart is breaking



my make up may be flaking



but my smile still stays on..."









Así me siento yo desde hace una semana. Sé que van a venir otra vez.



Voy a volver a soñar cosas que me hacen daño.



Voy a volver a sentir la ansiedad dentro de mi, porque ya la siento.



Voy a volver a llorar a diario.



Voy a tener que fingir serenidad, calma y entereza para tirar de los míos.



Voy a volver a sentir esa soledad que me invade cuando pierdo a alguien.



Voy a volver a sufrir.






Mi mente se está preparando para todo esto. Lo peor de todo es que, mi corazón, no lo está, de ninguna manera. En estos días, en los que las noticias desde un hospital de Madrid no son nada buenas, me gustaría creer en Dios. Me gustaría que algo me transmitiera la tranquilidad y la paz que tanto necesito. Me gustaría sentir un abrazo cargado de esperanza, de energía positiva, de fe.






No va a ser así. Sólo me queda esperar y rezar, a mi manera, sin divinidades de por medio.









domingo, 9 de octubre de 2011

5 meses después.

16.15 horas. Silencio absoluto en mi casa. Leo ha tenido una noche movida y ha decidido acostarse son el Sr. Primperam y la Sra. Buscapina. Por mi parte tomo café en el sofá, mientra decido retomar mi vida bloguera. No sé cuanto tiempo durará, soy de cansarme de las cosas así, de un momento para otro, pero de vez en cuando, hay días, como hoy, en los que me apetece teclear.

Demasiados sentimientos nuevos últimamente. Bonitos todos, menos algún que otro triste, no todo son ganacias,siempre hay pérdidas. A grandes rasgos, no me puedo quejar. Oigo el sonido del ascensor y a los niños de mi vecino de al lado correr por el pasillo. Por un momento pienso en mi hace 25 años. En lo tímida que era, en lo introvertida, lo reservada, las veces que pensaba las cosas antes de hacerlas siendo una simple niña. Lo mal que lo pasé, lo mucho que me costó. Pienso en las tardes de frío de Madrid y las echo de menos al mirar por la ventana de mi casa levantina, donde el Otoño, ya no existe. Pienso en mi futuro/a sobrino/a. Faltan todavía muchos meses para que venga, 6 para ser exactos, y yo cuento los días como si fuera a recibir a la persona más importante de mi vida. Pienso en mi y miro mi gran salón, vacío, en silencio y, por primera vez, me pregunto si quiero que siempre esté así, carente de la vitalidad infantil y ausente de alguien que me profese un amor tan incondicional como el que yo tengo por mi madre, después de todo lo vivido. Pienso en ella también,en la última conversación que hemos mantenido hace tan sólo unos minuto,en las cosas que ha dicho, y en las que no dice, porque en el fondo,somos iguales. Pienso en los que ya no están y me pregunto donde han ido. Sobre todo en él, si estará bien allí y si me recuerda como yo le recuerdo, todos los días. Lloro, por primera vez en mucho tiempo, tanto que creo que mis ojos no pueden soportar las lágrimas. Lloro por lo que me pierdo y lo que se pierde, por haberme convertido en una autómata que trabaja en algo que ni siquiera me llena y que ha perdido todo el interés para mi, y vuelvo a pensar en mi hace 25 años, en lo que era y en lo que me he convertido, en lo malo y lo bueno que he vivido, y decido que el porcentaje se reparte mal, por el momento, asi que, vuelvo a pensar, para encontrar soluciones que hagan que la balanza se equilibre hacia lo positivo. Recuerdo retales de la última noche vivida. De como los yonkis te piden dinero mientras tu haces botellón y de como te miran el vaso, deseando beberse uno e, importandoles una puta mierda el dinero que puedas darles. Recuerdo a Leo dandole un euro a uno de ellos y sonriendome al hacerlo. Es la mirada de la complicidad, la mirada de quien sabe por lo que has pasado, aquel que sabe lo que se te pasa por la cabeza ante esas situaciones. Y vuelvo a recordar aquel día en el metro hace muchos, muchos años.

Terminó el café, con el convencimiento de que esta noche no podré dormir, no tanto por el líquido negro, sino por mi solitaria cabeza, que hoy se ha levantado de aquella manera.